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Lectora del mes: Adela Cortina, Premio Antonio de Sancha 2018

La escritora y catedrática de Ética y Filosofía Política Adela Cortina recibió el pasado año el Premio Antonio de Sancha, que otorga la Asociación de Editores de Madrid, por sus aportaciones, a lo largo de toda su trayectoria, al valor del papel de la ética en la empresa, la educación, la cultura y la vida pública.

Además de catedrática de la Universidad de Valencia; Adela Cortina ha sido la primera mujer miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Ha publicado numerosos trabajos, entre los que destacan Ética mínima, Ética aplicada y democracia radical, Ciudadanos del mundo, Las fronteras de la persona y, en 2017, Aporofobia, el rechazo al pobre. Cortina fue Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2007 y Premio Nacional de Ensayo 2014, ha recibido la Alta Distinción de la Generalidad Valenciana 2017, Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca 2018, y en reiteradas ocasiones ha formado parte del Jurado de los Premios Príncipe y Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y de Ciencias Sociales. Podemos disfrutar también de su escritura en los artículos que publica habitualmente en El País. Hoy, además, hemos querido conocerla un poco más como lectora.

¿Cuál es el primer libro que recuerdas?

Libros de cuentos, claro está. Desde Blanca Nieves y La Bella Durmiente a Los Tres Cerditos y el Lobo Feroz. Cuál leí antes no lo sé, pero todos ellos formaban parte de ese mágico “Érase una vez” que fue una parte esencial de mis primeros años.

¿Tuviste una infancia lectora?

De niña fui una devoradora de libros. A la hora de comer seguía leyendo un libro, sosteniéndolo en mi faldita, a pesar de que mi madre insistía en que no eran horas. Continuaba leyendo en la cama hasta que se me cerraban los ojos y no podía más.

¿Dónde y cuándo te gusta leer?

Por dedicación profesional leo en mi estudio durante el tiempo de trabajo, y novelas al caer la tarde en el sofá del cuarto de estar, con un lápiz al lado para poder subrayar los pasajes que más me gustan. Y leo en los trenes y aviones siempre que puedo. Ventajas de no tener teléfono móvil.

En 2016 surgió en Nueva Zelanda un club de “Slow Reading” (básicamente ir a un café con un libro y apagar el móvil). Este movimiento se ha extendido a Europa, Asia y Norteamérica, donde también lo han llamado “Silent Reading Party”. ¿Hace falta este tipo de movimientos? ¿Hemos perdido ese “ritual” de la lectura? Y si fuera así, ¿qué habríamos perdido con ello?

Son interesantes esas iniciativas porque, en efecto, se ha perdido el ritual de la lectura. Como decía Carr, tal vez internet nos esté haciendo estúpidos, o al menos superficiales. La gente vive pendiente del whatsapp, el correo electrónico, la última noticia, y esa dispersión nos incapacita para leer libros con serenidad, saboreando las palabras, dialogando con el autor, valorando su buen o su mal hacer. Con ello perdemos el goce de descubrir mundos desconocidos, vivir en primera persona experiencias ajenas, disfrutar del lenguaje bello.

¿Tienes un formato preferido?

Leo en papel, sigo siendo una adicta al libro en papel. Y me parece una buena adicción.

¿Qué te gusta leer cuando no lees por trabajo?

Novelas bien escritas y con las que se vaya aprendiendo casi sin sentirlo. Me importa la trama, claro está, pero sobre todo disfrutar del buen decir, escribir y pensar.

¿Has dejado algún libro a medias?

Por supuesto, y aun antes de llegar a la mitad. En cuanto detecto mal estilo o que el autor no sabe por dónde anda, dejo el libro. A menudo he comprado un libro en una estación de tren o en un aeropuerto, y lo he dejado en la papelera porque para qué llenar la casa con trastos inútiles.

¿Hay algún libro que te haya marcado especialmente? 

¡Hay tantos y tan diversos! Pero creo que sobre todo los libros que leíamos de niñas y de jóvenes, que es la época en que los libros llegan a marcar. Hace poco coincidí con unas colegas de mi edad, de otros lugares de España,  modo de pensar y actuar muy semejante, y fuimos reconociendo la influencia de nuestras lecturas comunes: desde el evangelio, claro, pasando por los libros de Martín Vigil o Elena Fortún y tantos otros que andaban agazapados en el baúl de los recuerdos.

¿Qué título me recomiendas…. para reconciliarnos con el mundo, conectar con la esperanza? Todavía El Principito de Saint-Exupéry.

… para comprender el momento actual (cultura, valores, política)? Armas de destrucción matemática de Cathy O’Neil.

… para reírme? Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa, aunque sea una risa bastante amarga.

Dime tres razones por las que leer

Como hemos comentado, el goce de descubrir mundos desconocidos, vivir en primera persona experiencias ajenas y disfrutar del lenguaje bello.

Y tres por las que escribir

Comunicar lo que llevamos dentro, iniciar un diálogo con esos lectores potenciales con los que es apasionante crear un vínculo, y entrar en el mundo del debate público por el que vamos prosiguiendo nuestro proceso de ilustración.

¿Qué estás leyendo ahora?

Un libro que, a mi juicio, debería leerse en amplísimos círculos: El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura.

Hace más de 20 años que acuñaste el concepto de aporofobia, el rechazo al pobre, y durante la entrega del Premio Antonio de Sancha decías que para poder combatir algo, para desarticularlo, primero hay que ponerle nombre. ¿Cuál es el siguiente paso para crear un futuro más social? 

Como decía en Aporofobia, el rechazo al pobre, intentar descubrir las causas de ese rechazo, que bien pueden ser biológicas y sociales, preguntarnos si estamos de acuerdo en despreciar a los más vulnerables, y en el caso de que ese modo de actuar nos parezca impresentable, educar en la justicia y la compasión.

Adela Cortina, Premio Antonio de Sancha, Lectora del mes de la Asociación de Editores de Madrid

Leer también es poner nombre a muchos vacíos…

En efecto. A menudo no sabemos lo que nos pasa porque no sabemos ponerle nombre. La lectura nos enseña a nombrar y, por tanto, a conocernos.

En una entrevista recordaste que Kant dijo que el puñal nació antes que el deber moral del “no matarás”. ¿Está sucediendo esto con la era digital?

Sucede con todo adelanto tecnológico, también con la digitalización. Hemos tenido que vivir en un mundo digital para preguntarnos cómo orientarlo éticamente, Pero, por suerte, hay respuestas.

¿La piratería es una forma de corrupción?

Es directamente un robo y, por lo tanto, inadmisible.

¿Qué hace falta para establecer una ética digital?

Aplicar los valores morales que ya hemos aceptado como mejores a ese mundo nuevo, que es ya el nuestro.

En un artículo reciente reivindicabas que las Humanidades sí influyen en el progreso humano. ¿Una sociedad que lee es una sociedad rentable?

Es una sociedad dotada de un capital tan valioso como la cultura y con ella puede optimizar los recursos de los que dispone de un modo en que no pueden hacerlo las sociedades incultas.

De igual modo que el sistema educativo ha de “enseñarnos a pensar”, ¿también ha de enseñarnos a leer?

Por supuesto, enseñar a leer es enseñar a pensar y a hablar. Y es muy triste cuando ante una pregunta la persona contesta “me lo sé, pero no lo sé decir”.

¿Y ética? ¿A quién corresponde la educación en valores éticos?

En los centros educativos, a los profesores de Filosofía, porque la ética es una parte de la Filosofía.

Aunque la ética (o su ausencia) lo impregna todo, es una materia que puede resultar ardua como lectura. ¿Puedes recomendarnos algún título que nos ayude a acercarnos a ella?

Siento decirlo, pero sí: ¿Para qué sirve realmente la ética? de Adela Cortina. Precisamente lo escribí para responder a esa pregunta de modo que fuera accesible a cualquier persona interesada en ello.