La bibliodiversidad refleja la realidad de un buen número de pequeñas editoriales que publican “los otros libros”, esos que no salen en las listas de los más vendidos, en las reseñas de los grandes periódicos o encabezando la sección de cultura de los informativos. No solo se trata de la base de la industria editorial, sino que la bibliodiversidad supone una contribución fundamental para la riqueza cultural y para la construcción de la sociedad. Los pequeños editores, con su trabajo, sirven de marco para el nacimiento y difusión de nuevas ideas y para la generación de una polifonía cultural.
En los últimos años se ha publicado más, pero no más diverso. Los años de pandemia han afectado al sector: se publica menos títulos y ha aumentado la concentración en el comercio minorista en línea. Esto ha hecho que las editoriales más pequeñas se van más afectados y los autores menos conocidos también.
Además, el gran valor que tiene nuestra lengua en el mundo es la clave que permite que editoriales pequeñas especializadas, que tienen un público minoritario, puedan dar rentabilidad a sus publicaciones. La presencia internacional de las pequeñas editoriales, en Latinoamérica fundamentalmente, es fuerte y muy bien valorada. Sin embargo, de nuevo la pandemia ha afectado negativamente, llegando a paralizar el comercio exterior en algunos casos.