Surtidor, el segundo poemario de Méndez, al que pertenece este poema, fue publicado en su primera etapa y se caracteriza por la incorporación al verso de todo aquello que en los años veinte representaba la modernidad: el deporte, el cine, los automóviles.
En Surtidor su voz poética es más vanguardista, son versos nominales, visuales y muy plásticos. Son estructurados en la búsqueda de una imagen múltiple sin pretensiones de trascendencia conceptual. Son cincuenta y tres Canciones en la primera parte, poemas más breves, y veinticuatro poemas denominados Ritmos algo más largos.
Con este título, Concha Méndez se consagró dentro de la Generación del 27. Se trata de un libro pionero que abrió un camino poético inédito entre las escritoras españolas del momento y que supo plasmar literariamente con gran acierto el universo abierto por la mujer moderna.